Hace mas de 5000 años ya se consumía en Egipto y se usaba con fines medicinales. Galeno, que era un medico del Imperio romano, se refería al ajo como el «curalotodo», y lo recomendaba a los gladiadores que lo tomaban a diario por sus propiedades revitalizantes.

El ajo es rico en manganeso, hierro, calcio, fósforo, selenio, azufre y vitaminas B6 y C, por lo que es beneficioso para los huesos, así como para su tiroides. Se cree que gran parte del efecto terapéutico del ajo proviene de sus compuestos que contienen azufre, tales como la alicina, que son también los que le dan su olor característico.

En general los efectos del ajo se resumen en las siguientes propiedades:

  1. Reduce la inflamación
  2. Estimula la función inmunológica
  3. Mejora la salud cardiovascular y la circulación
  4. Es tóxico para 14 tipos de células cancerígenas (incluyendo las de tipo cerebral, pulmonar, de seno, gástricas, y pancreáticas)

El Centro Médico de la Universidad de Maryland se refiere al ajo así:

«El ajo es rico en antioxidantes. En su cuerpo, las partículas dañinas llamadas radicales libres se acumulan a medida que envejece, y pueden contribuir a las enfermedades cardíacas, el cáncer y la enfermedad de Alzheimer. Los antioxidantes, como los que se encuentran en el ajo, combaten a los radicales libres, y pueden reducir o incluso ayudar a prevenir algunos de los daños causados ​​con el tiempo»

El consumo de 10 g de ajo al día, es decir 2 dientes  de ajo, se asocia con una disminución del riesgo de padecer cáncer de cualquier tipo.

Por otra parte, la inhalación de ajo molido o recién machacado por al menos 15 segundos hasta 15 minutos, se ha visto mejora la respuesta inmunológica a nivel de vías aéreas superiores e inferiores, por lo cual puede ayudar a complementar los tratamientos para enfermedades respiratorias.

Si tienes problemas de reflujo con el ajo, extraiga el germen al trozarlo, es decir la parte central verde del ajo.